Ella habla y se siente su hambre voraz de hacerse ver desde una expresión artística. nació en un nido de artistas y ella no es la excepción a la regla. intuitiva, Zoe Hochbaum vibra con el presente y, desde muy chica descubrió “el sentido del arte”. una curiosa joven que rompe fronteras y respeta sus deseos.
Me considero bastante nómada y esto muchas veces está buenísimo y otras no tanto. Me paso la mayor parte del tiempo extrañando a mis amigas y a mi pareja, pero ya me acostumbré a este modo de vida. Me enseñó a no arrairgarme tanto a las cosas ni a las personas, a cortar un poco con esa obsesión taurina de la zona de confort y a animarme a cosas nuevas.
¿Cuál fue el disparador para viajar tan joven a Nueva York?
A mis trece años, mi madre me propuso viajar a Nueva York para formarme en el Actor’s Studios, la escuela de Lee Strasberg. Una vez más, ¡la vieja siendo sabia! En ese momento yo no tenía ni la más pálida idea de qué era ese lugar y menos quién había sido Lee, con suerte sabía algunas cosas de Stanislavsky. Pero el plan me parecía divertido y como siempre hablé bien inglés dije; ¿Por qué no? Esa escuela me cambió la vida. Pasé de nunca haber trabajado un texto a que todo sea texto texto texto.
¿Qué aprendiste?
Aprendí sobre memoria emotiva, el poder de la imaginación y la especifidad de las palabras. Cada clase era como un baldazo de agua fría y los profesores me explotaron la cabeza. Teníamos que preparar escenas, coreografías, canciones y más para una muestra a fin de año.
Hasta ese entonces no tenía idea de qué era ensayar y trabajar finamente para conseguir un “producto final”, sentí un empoderamiento artístico que jamás había sentido, pero por sobre todo, entendí el significado del trabajo duro y del estudio. Algo que con el tiempo entendí que la gente valora poco y piensan que les actores simplemente tenemos “un don”.
¿Cuándo comenzaste con la escritura?
Para mi cumple de cinco, me regalaron un diario íntimo. El hecho de tener un papel donde plasmar mis pensamientos más íntimos me pareció algo mágico.
“El papel es mucho más paciente que los hombres” escribió Ana Frank y con razón. Y, si bien nunca tuve problema para expresarme, sentía que el papel muchas veces me entendía más que los humanos y, sobre todo, que no me juzgaba. Desde entonces que no paré de escribir, todos los días antes de dormir me dedicaba a llenar hojas y hojas contándo cómo habían sido mis días y también a inventar algunos. Ahí descubrí lo lindo de la ficción, ¡Podía ser y hacer lo que quisiese! Ya de más grande, en el secundario, empecé a tomarme muy en serio los trabajos de lengua. Hasta que en quinto año me topé con una profesora que me cambió la vida; Cinthia Amoresano. Sus clases eran increíbles, veíamos desde Borges hasta Beckett, Cortazar, Fogwill y entonces todo cobró sentido. Amaba la literatura y la escritura y debía hacer algo con eso. Le pregunté qué debía hacer para profundizar más con el tema y me recomendó que empezara clases de escritura, lo cual hice al instante y empecé un taller con quien es mi maestro hoy en día: Ariel Idez. Tanto en mi libro “Monstruario”
como en mis columnas para Infobae, está esa niña que escribía en el diario, deseosa de contar historias.
Contra viento y marea, decidiste publicar tu libro Monstruario el año pasado durante la pandemia,
Todo el arte es vinculable… Para mí cada disciplina me ayuda a crecer en la otra (…) Gracias a todas las disciplins que practico es que mi caja de herramientas actoral se expande,
¿Por qué?
La historia de mi vida es ir contra viento y marea… Fue algo que pensé mucho, si publicar Monstruario ya o esperar a que todo esto pasara, pero como me gusta guiarme por el presente, sentí que era lo correcto publicarlo cuando mi corazón me lo pedía. Además, ¿qué mejor momento para leer que cuando estamos encerrades? Monstruario acompañó mucho a las personas en la cuarentena. Y sobre todo a mí, que me dio nafta para mantenerme activa inclusive en el encierro. Monstruario me dio mucho más de lo que esperaba, no porque lo subestimara, sino porque una vez más, entendí que la expresión artística era lo que verdaderamente me hacía feliz. Conté con la suerte de tener un editor increíble que confía mucho en mí, Patricio Binaghi de “Paripé Books”, quien me acompañó en todo el proceso y me ayudó a animarme.
¿Intentas aplicar, o inclusive combinar, tus conocimientos como actriz con el mundo de la escritura o la danza?
¡Claro! Creo que todo el arte es vinculable y que depende de les artistas cómo hacerlo. Para mí cada disciplina me ayuda a crecer en la otra. Gracias a la danza puedo ser una actriz que baila, gracias a la escritura, puedo ser una actriz que juega con las palabras, gracias al yoga, al canto y a todas las disciplins que practico es que mi caja de herramientas actoral se expande. Siempre cuestioné las materias en las facultades; actuación 1, actuación 2, 3, 4, 5… Nunca entendí por qué fraccionaban tanto la actuación como si fuese una sola cosa. Actuar es la vida misma, está en todos lados, no hay números ni fases, es una totalidad que se modifica dependiendo los momentos y estados en los cuales nos encontramos.
¿Compatibilizas ambos amores o te sentís más actriz que escritora o viceversa?
Me siento todo a la vez. Para mi el arte es como esas ensaladas a las cuales le agregás de todo. Y yo soy muy así, a lo dulce le pongo sal y a lo salado azúcar.
Claro que hay etapas de la vida en donde une se siente más afin con una cosa que con otra. Hay momentos donde entro en crisis con la actuación porque el contexto no ayuda y me refugio en la escritura y otros que me saturo de la pantalla y me pongo a cantar. Para mi eso es lo más interesante, lo dinámico, lo mutante, algo así como una metamorfósis constante del ser artístico.
Sos una mujer interdisciplinaria,
¿Qué sentís cuando te rotulan en tus trabajos?
Quienes me conocen saben que no hay nada que deteste más que los rótulos.
De hecho, “Monstruario” se trata de eso, de las etiquetas. Es impresionante como la gente se empeña en señalar y etiquetar, “sos esto, sos aquello”. Y en ese dedo señalador están privando todo lo otro que también existe. Siempre me molestó la pregunta de “¿qué estudiás?” porque sentía que venía de la mano de la imposición social por ir a una facultad a obtener un título. En chiste, siempre respondía: “¿Tenés una hora y media para que te cuente todo lo que estudio?”. Creo que es importante valorar esa apertura que tiene el arte, hacer uso de ella para poder ser todo lo que queramos ser. Nuestro trabajo no define quienes somos sino, lo que hacemos.
Siempre digo que tarde o temprano iba a terminar trabajando en el terreno del arte, pero el hecho de que mi madre me lo haya leído desde tan temprano, me fascina. Quiere decir que eso ya estaba en mi PH o ADN”.
Soy actriz, sí, tamién escritora, bailarina, vegana, taurina, ashtangui, tengo el pelo negro, no me gusta el agua con gas, mi color favorito es el verde….
¿Qué es lo que más rescatas de tus tradiciones y cultura que luego utilizas para desarrollar tu expresión artística?
Nunca fui de respetar mucho las tradiciones, más bien todo lo contrario. Fui (y soy) de esas que iban en contra de lo preestablecido. Desde la elección de mi pareja hasta mis amigues, siempre fui la que hacía algo distinto. Y creo que es eso lo que más me ayudó a desarrollarme artísticamente, lo diferente. No como un acto rebelde, más bien como una manisfestación de las mil y una posibilidades que nos presenta la vida.
¿De dónde nace esa creatividad y fuerza de Zoe Hochbaum?
Me parece que nace del deseo. Todo lo que hago y pienso es desde la creatividad, sino me aburro. Y ojo que me encanta aburrirme, pero incluso los momentos más silenciosos están condimentados con un espacio creativo.
Mi ferviente deseo de crear es lo que me impulsa a construir mi yo actriz, mi yo escritora, mi yo artísta en general.
Sin ese impulso no sería quien soy. Sin ese deseo de escenario, de micrófono, de pista de baile, no sería yo. La fuerza es una consecuencia de todo eso.
Tengo una profunda conexión con el momento presente. Sí, de ahí nace mi creatividad, del presente. Y por eso me he vuelto tan fuerte emocionalmente, porque respeto mis deseos.