Slow travel: la filosofía de viajar sin prisa

Dicen que los viajes se viven tres veces: al soñarlos, al vivirlos y al recordarlos. pero la vorágine en la que vivimos no siempre nos permite disfrutarlos con plenitud. por fortuna, el movimiento slow travel llegó para instalarse como respuesta para quienes buscan convertir cada viaje en una experiencia transformadora basada en la filosofía de ¨viajar sin prisa”.

Pareciera que los seres humanos vivimos a una velocidad vertiginosa; inclusive los períodos vacacionales se transforman en un motivo de estrés. La ansiedad del viaje, las largas filas en aeropuertos, el trastorno del sueño por atravesar diferentes husos horarios, el mandato divino para conocer gran cantidad de lugares en tiempo récord y hasta compartir la foto de cada uno de ellos en las redes sociales como la forma moderna de sumar sellos en el pasaporte, se han vuelto el denominador común de la vida diaria. ¿Quién no ha sentido alguna vez, al regresar de viaje, que necesita extender un poco más las vacaciones para descansar, pero esta vez de verdad? Sin embargo, los cambios que han movilizado al mundo en este último tiempo conllevan a un nuevo estilo de vida. Lo que antes era indispensable, hoy se ha vuelto opcional, y lo único que de verdad pareciera enriquecer a la humanidad son los afectos, la salud y el bienestar.

Un nuevo tipo de viajero está naciendo

Hoy el lujo se traduce en bienestar, como un atributo cada vez más exclusivo, dando origen al Promadic. Se trata de un viajero con impulsos propios, guiado por la creencia de que los viajes deben tener un propósito, ser proactivos y perseguir un sentido de progreso personal y comunitario. De ahí su nombre: Pro (proactivo, progresivo, productivo) y Nomad (apoya el concepto de “vuelta a la naturaleza” impulsado por el wellness).

Independientemente del destino elegido, si se viaja solo o acompañado, por un fin de semana o un mes, el foco está puesto en el significado del viaje, el vivenciar un antes y un después: una transformación.

La transformación de viajar como pilar fundamental de la experiencia de viaje, responde a la tendencia de ¨viajar sin prisa ¨, desprendida del movimiento de Slow Travel. Una nueva filosofía para quienes comprenden que viajar es una forma de huir de la velocidad y reconectar para volver a disfrutar de nosotros mismos, del destino, su cultura y su gente. Simplemente el arte de viajar a un ritmo más tranquilo.

Lo que antes era indispensable, hoy se ha vuelto opcional, y lo único que de verdad pareciera enriquecer a la humanidad son los afectos, la salud y el bienestar.

Todo comenzó en la tierra de la Dolce Vita

Fue en la década del ‘80, en Roma, la tierra de la “dolce vita” donde nace el Movimiento Slow. La apertura de un local de comidas rápidas en una histórica plaza atenta contra los valores de los italianos y su pasión por la buena comida, el buen vino y su disfrute, dando origen al slow food. Una nueva manera de alimentación basada en la comida autóctona, la alimentación saludable y el conocer un lugar a través del paladar. Poco a poco se ha ido extendiendo a otras dimensiones, generando adeptos entre quienes buscan transformar sus experiencias de viaje, creando el slow travel. La planificación del itinerario queda limitada al propósito del mismo, a compartir vivencias con comunidades locales y cuidar del medioambiente, entendiendo que el turismo sostenible es la base de esta tendencia. Un nuevo segmento que comprende que el planeta pide respeto y amor por la naturaleza, una práctica responsable con cuidado de los recursos naturales y de la labor de las comunidades locales. Al tratarse de una filosofía, el Slow Travel no depende del lugar que se visita, sino de quienes la adopten. Esto quiere decir, que esta nueva forma de viajar y vivir experiencias transformadoras puede extenderse desde pequeñas ciudades hasta grandes capitales. No importa el entorno ni el ritmo del lugar, sino la manera de explorarlo, de conectarse con su tierra, su gente, su cultura, su arte y su gastronomía. A continuación, cinco destinos que son un must para disfrutar sin prisa.

1 TROPEA, ITALIA

Situada en la costa acantilada de Calabria, al sur del país, Tropea balconea sobre el Mar Tirreno. Con aguas turquesas y arenas blancas, sus mejores playas se ubican al descender varios peldaños desde la ciudad, convirtiéndola en el refugio para quienes buscan intimidad en un entorno paradisíaco. Las callecitas del centro histórico y la amabilidad de su gente reflejan la identidad inconfundible del sur. Capo Vaticano, a tan solo ocho minutos de Tropea, es “el” lugar para alojarse, con vistas del volcán Stromboli y las Islas Eolias. Sus resorts de lujo son el escenario ideal para practicar talasoterapia, terapia natural basada en la utilización del medio marino, agua de mar, algas, barro y el clima marino.

2 MENDOZA, ARGENTINA

Destacada por ser una de las Grandes Capitales del Vino, Mendoza es el destino obligado para quienes comprenden que el paladar se conquista desde lo simple. Su ruta del vino, comparada por su excelencia con el Valle de Napa en California, conjuga el enoturismo con una gastronomía de fusión que incorpora materias primas locales con la sofisticación de la cocina internacional. Un picnic entre viñedos, una copa de malbec al pie de la Cordillera de los Andes, un paseo en bicicleta por la montaña o un tratamiento de vinoterapia en uno de sus spas, transforman a los visitantes en una experiencia donde el bienestar es todo lo que está bien.

3 BALI, INDONESIA

“Perder el equilibrio por amor, es parte de vivir una vida equilibrada”. ¿Quién no recuerda la frase que Ketut, gurú balinés, le dijo a Liz Gilbert, el personaje de Julia Roberts en “Comer, Rezar y Amar”? Y para quienes soñaron con emprender un viaje transformador luego de haber visto el film, Bali, es mucho más que una isla de moda. Es un gran templo de meditación al aire libre. Conocida como “la isla de los dioses”, no solo por sus manifestaciones religiosas sino por la energía que se respira, hacen de este rincón de Indonesia mucho más que una colección de playas bonitas. Tradiciones, costumbres, folklore, tesoros culturales, artesanías locales, su arquitectura y la hospitalidad de su gente, la convierten en el destino perfecto para el slow travel.

4 RIVIERA DE MONTREAUX,SUIZA

Tierra de contrastes, la Riviera de Montreaux concentra toda la belleza de Suiza en un solo lugar. De Villeneuve a Lutry, a lo largo del lago Léman, se vive un ambiente mediterráneo en el corazón de los Alpes suizos. Lagos, montañas, arquitectura de la Belle Époque, centros de esquí, museos, castillos medievales y prestigiosas clínicas de estética, son el encuadre perfecto para disfrutar todo el año de un paseo slow. Montreaux, lugar favorito de las celebrities, ha sabido conjugar lujo, privacidad y opulencia para los amantes del buen vivir. Hasta el mismísimo Freddy Mercury lo ha convertido en su hogar durante sus últimos años de vida. Los imperdibles de Montreaux son sin lugar a dudas, el Festival de Jazz a realizarse cada año en Agosto y en época de navidad, el Marché de Noel, que inunda sus calles con luces colgantes y puestos de madera donde saborear deliciosas castañas humeantes y abrigar el alma con un rico vino caliente.

5 LUANG PRABANG, LAOS

El Reino de los Elefantes, como es denominada esta tierra desconocida por el turismo, ofrece viajes de alta gama para unos pocos. Protegida por la UNESCO, Luang Prabang parece haber quedado detenida en el tiempo. Treinta y tres templos bañados en oro, habitados por monjes budistas vestidos de color azafrán, se fusionan con la generosidad de su gente, su gastronomía con gran influencia francesa y mansiones europeas devenidas en hoteles de lujo. Esto sumado al paisaje natural de cuevas y ríos subterráneos hacen de esta ciudad, la joya perdida del Sudeste Asiático, que debe ser visitada al menos una vez en la vida. Viajar es sin dudas, la mayor fuente de riqueza. Conocer destinos, culturas, gastronomía, estilos de vida a través de un viaje, equivale a leer cien libros de un lugar, con la ventaja de ser protagonistas de cada uno de ellos. Planificar sin planificar, explorar, perderse, interactuar con los lugareños, dejarse llevar por las vivencias y decir adiós a los mapas, es solo el comienzo para un viaje de transformación, sin prisas y con la capacidad de regresar diferentes.

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